Vigdís Finnbogadóttir

por Betiana Cuadra.

Viernes largo y presidencia femenina.

Nuestra histórica nació el 15 de abril de 1930 en Reikiavik, la capital de Islandia. Luego de terminar sus estudios primarios en esa ciudad, estudió en las Universidades de Grenoble y La Sorbona, en Francia, así como en la de Uppsala y Copenhague. También ejerció como profesora de enseñanza media y universitaria, guía turística y monitora de francés en televisión. Se especializó en literatura teatral y en 1972 fue nombrada directora del Teatro de Islandia.

Lo que nos interesa de ella es que en el verano de noviembre de 1980 siendo madre divorciada ganó las elecciones presidenciales de Islandia. Fue la primera mujer del mundo que se convirtió en jefe de Estado por sufragio universal de uno de los países con más alto nivel de vida. Fue la cuarta presidenta de ese país y fue electa en los períodos de 1980 y 1996, y reelegida en 1984, 1988 y 1992. Vigdis ocupó el cargo durante 16 años, muchos otros niños islandeses seguramente crecieron dando por hecho que presidir un país es cosa de mujeres. Vigdis insiste en que jamás hubiera llegado a la presidencia de no haber sido por los eventos que tuvieron lugar un soleado 24 de octubre de 1975. Ese día, el 90% de las mujeres del país estaban de huelga. Vigdis asegura que fue un momento decisivo: «Lo que ocurrió ese día estableció el primer paso para la emancipación de las mujeres en Islandia. Paralizó el país por completo y abrió los ojos de muchos hombres»

 

El “viernes largo” de los varones islandeses

El año 1975 había sido declarado “Año de la mujer” por la ONU. Fue algo así como un reconocimiento al feminismo de la segunda ola, que se extendía en las principales ciudades de Europa y Estados Unidos. En este marco se realizaron eventos en todo el mundo. En Islandia, entre algunas organizaciones feministas surgió la idea de una “huelga de mujeres” con el objetivo de visibilizar su papel en la sociedad, especialmente el trabajo doméstico no remunerado y la exigencia de mayor representación política. No existía en el país un proceso huelguístico o de movilización, por lo tanto las organizaciones feministas decidieron impulsarlo como un “día libre”, para garantizar la ausencia masiva de mujeres sin arriesgar los puestos de trabajo (utilizando días por enfermedad y otros tipos de licencias). Además, impulsaron el cese de todas las tareas domésticas no remuneradas, incluyendo el cuidado infantil: «Escuchábamos a los niños jugar mientras los locutores leían las noticias en la radio. Era bueno escucharlos, pues sabíamos que los hombres tenían que estar a cargo ese día», dice Vigdis.

 

Paro de mujeres en Islandia. 1975

El “paro” fue enorme: el 90 % de las islandesas participó de una u otra forma de la medida. Aunque no se trató de una huelga tradicional, impulsada por organizaciones sindicales o desde los lugares de trabajo, las mujeres mostraron una gran disposición a hacer pesar su lugar en la sociedad. Muchos varones se encargaron del cuidado de hijos e hijas, quedándose en casa o llevándolos a sus trabajos; ese día trabajaron full time los restaurantes, todas las oficinas se llenaron de lápices de colores, juguetes y pañales. Vigdis, su madre y su hija de tres años estaban entre la multitud de más de 25.000 mujeres que se reunieron para cantar, escuchar arengas y discutir ideas. Fue un gran evento para una isla de tan sólo 220.000 habitantes.

Mujeres en el paro de mujeres en Islandia. 1975.

En esa época, ella era la directora de arte de la Compañía de Teatro de Reikiavik y abandonó los ensayos generales para unirse a la manifestación, al igual que sus colegas femeninas: «Había un gran sentimiento de solidaridad y fuerza entre todas esas mujeres que estaban en pie, en la plaza, bajo el sol», explicó Vigdis. El impacto económico fue notorio: no se imprimieron diarios porque las fotógrafas eran mujeres, no funcionó el servicio telefónico, se cancelaron los vuelos porque las azafatas no se presentaron, las escuelas no funcionaron y las factorías de pescado cerraron porque su mano de obra era casi exclusivamente femenina. Se realizó una manifestación en la capital Reykjavik con más de 25 mil personas (un número muy importante considerando la población de Islandia entonces: 213 mil habitantes).

Cinco años más tarde, Vigdis venció a tres candidatos masculinos en las presidenciales. Se hizo tan popular que fue reelegida sin oposición en dos de las tres elecciones que siguieron. Islandia actualmente encabeza el Índice Global de la Brecha de Género del WEF desde 2009, lo que significa que es el país del mundo donde hay más igualdad entre mujeres y hombres.

Actualmente Vigdis es Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco. Defiende a modo personal la diversidad lingüística, los derechos de la mujer, la ecología y la educación.