Gerda Taro

Escribe: Valentina Russi

Pequeño zorro rojo.

El primero de agosto de 1910 en Stuttgart, Alemania, nació Gerta Pohorylle, la primera fotoperiodista de guerra en cubrir los sucesos desde el mismísimo frente. Gerda Taro, como decidió nombrarse años después, retrató la cara cotidiana de la Guerra Civil Española durante poco menos de un año. 

Criada por una familia burguesa judía, de orígen polaco e ideología de izquierda, Gerda no era solamente una buena estudiante, sino también controversial para la época: no se privaba de fumar, jugar al tenis, salir con muchachos y participar en la política. Sin embargo, cuando a los 17 años estuvo al borde del matrimonio, sus padres la enviaron a un internado en Suiza con intención de alejarla de “decisiones apresuradas”. Allí aprendió el francés que le fue de utilidad cuando decidió escapar a París con una amiga. 

Lo cierto es que poco tiempo después del ascenso de Hitler al poder, Gerda se movilizó en oposición al régimen y fue encarcelada con la excusa de repartir panfletos. Incluso dentro de la cárcel demostró su astucia: enseñaba canciones en inglés, repartía cigarros e inventó una forma de comunicación entre las celdas. Parece ser que la verdadera intención detrás de su detención fue usarla como carnada para atrapar a sus hermanos; cierto o no, el plan no tuvo éxito y tiempo después la influencia de la embajada de Polonia logró su liberación. 

Imagen: Gerda Taro.

París y Robert Capa.

Una vez en Francia, obtuvo trabajo como secretaria en la agencia de fotografía Alliance Photo y modificó su nombre con la intención de simplificar su pronunciación. La inspiraron el pintor callejero Taro Okamoto y la similitud con la actríz Greta Garbo. 

Su amiga, que consiguió una cita para ser fotografiada por el húngaro Endre Friedmann, le pidió que la acompañara debido a que no se sentía segura de encontrarse a solas con él. Fue de esta manera que Gerda y Endre se conocieron y tiempo después iniciaron una relación amorosa. Endre le enseñó lo que sabía sobre fotografía y juntos desarrollaron su interés por retratar la guerra. 

Para hacer frente a las dificultades económicas a la vez que mantener ocultos sus apellidos judíos en medio del auge del nazismo, juntos crearon la identidad de Robert Capa: un supuesto fotógrafo estadounidense, adinerado y misterioso. En principio, Gerda, sería la encargada de vender las fotos de Capa, -tomadas por Friedmann- e inventar excusas para evitar cualquier entrevista que quisiera realizarse al famoso fotógrafo, pero más tarde ambos se dedicaron a tomar y vender sus fotos aunque siguieron firmando bajo el seudónimo de “Capa” y algunas veces como “Taro y Capa”.

Fotografiando la guerra desde otro ángulo.

Otra cara de la Guerra Civil Española.

A mediados de 1936 se desató la Guerra Civil que enfrentó a las fuerzas golpistas bajo la égida de Franco, con los defensores de la república y capturó la atención del resto de países del mundo, no así su participación. Miles de mujeres y hombres de distintos lugares decidieron unirse a la resistencia republicana y concurrieron a España en defensa de la causa. Entre ellos, no solo combatientes sino reporteros, tal como Friedmann y Taro. 

Desde el foco, si se quiere más amplio, que atravesaba batallas impersonales, capturaron el sufrimiento de la guerra y situaciones cotidianas de la población civil. El objetivo de Gerda en particular, desde el principio fue mostrar el horror de la guerra y, en la medida de lo posible, influir en la política de no intervención adoptada por los países europeos. 

Anteriormente, las fotografías de guerra eran tomadas a una gran distancia con cámaras grandes apoyadas en trípodes, por lo cual, podían captarse generalmente instantes precisos como los finales. Taro y Friedmann, en cambio, utilizaron unas mucho más pequeñas (35mm) que les permitieron aumentar la cantidad y captar el mundo de la guerra desde dentro. Desestimaron la calidad ante el objetivo principal de visibilizar la crueldad del conflicto y de esa arriesgada manera ofrecieron puntos de vista inéditos. Como una vez dijo Capa, “si las fotos no son suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente” y teniendo el dicho a consideración, si que las fotos de Gerda son  buenas, pero sobre especialmente crudas, no sólo por lo que muestran la muerte, sino por los pocos centímetros que separan al lente de ella. 

La otra cara de la guerra

Independencia y final. 

A principios de 1937, luego de que Gerda rechazara la propuesta de matrimonio de Friedmann, sus carreras se separaron y solamente Endre siguió utilizando el pseudónimo de Capa. Gerda obtuvo trabajo en el diario de París, Ce Soir, vendió fotos a Illustrated London News firmando como Photo Taro y se quedó a vivir en la Casa de la Alianza de Madrid.

Ganó prestigio internacional con la cobertura de la primera fase de la batalla del Brunete, cuando el ejército republicano logró avances significativos. Lamentablemente, el éxito no prosperó y fue durante una retirada que la jóven Gerda de tan solo 26 años resultó aplastada por un tanque de su propio bando. 

Es importante recalcar que el hecho de que la mayoría de fotos fueran firmadas como Robert Capa contribuyó a ocultar el trabajo de Gerda. Sin embargo, cuando en el año 2007 se halló la “Maleta mexicana” fue posible identificar una gran cantidad de fotografías de su autoría, al punto de que puede asegurarse su contribución a la redefinición del concepto del fotoperiodismo occidental. 

Del pequeño zorro rojo, como se la nombraba por su juventud, color de cabello (o tal vez también por simpatía política), astucia y ágiles movimientos durante la labor, nos restan algunas de las mejores fotografías, pioneras del fotoperiodismo moderno.

Parte del archivo encontrado con la firma de Gerda.