Alexandra Kollontái

Escribe: Valentina Russi

Rebelde y decidida.

Alexandra Mijáilovna Domontovich, más conocida por el apellido de su marido, nació el 19 de marzo de 1872 en San Petersburgo. De familia terrateniente perteneciente a la antigua nobleza, pasó su infancia viajando entre Rusia y Finlandia.

Según cuenta en su autobiografía “desde mi primera juventud era consciente de que bajo ningún concepto podía organizar mi vida según el modelo estereotipado” y así fué. En un intento de sus padres por alejarla de “peligrosas” ideas revolucionarias, Alexandra recibió educación en el hogar, sin embargo, una de sus maestras fue la responsable de acercarla a las teorías del movimiento populista de los revolucionarios rusos (naródnikis). Tiempo después, la lucha de clases llegaría inevitablemente a oídos de una jóven que frecuentaba la principal ciudad industrial del país y escenario privilegiado del accionar del movimiento obrero. Allí observó la situación de mujeres que trabajaban en jornadas de hasta 18 horas en condiciones inhumanas de las cuales muchas no llegaban a superar los 30 años de edad.

“Bajo ningún concepto podía organizar

mi vida según el modelo estereotipado”.

Desafió el mandato familiar al casarse por amor y a una corta edad con su primo Vladimir Kollontai, un estudiante de ingeniería de familia modesta con quien tuvo un hijo. Sin embargo, tiempo después declaró que a pesar de aún amar a su esposo, “la dichosa existencia de ama de casa y esposa se convirtió en una especie de jaula”. En 1896 se separó y éste fue el punto de partida de su acercamiento a la actividad política.

La revolucionaria.

Después de abandonar el rol de esposa se unió a los grupos revolucionarios de San Petersburgo que luchaban contra el zarismo. Ésto la acercó a planteos marxistas y en 1899 terminó por afiliarse al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). A pesar de que el POSDR integró en su programa la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, su aplicación real fue compleja y Alexandra y sus compañeras tuvieron que soportar la incomprensión de los camaradas.

Luego de los roces a la interna del partido que resultaron en la emergencia de los bandos bolchevique y menchevique, Alexandra se mantuvo cercana a los segundos. Sin embargo, en 1915, la postura nacionalista que mantuvieron frente a la participación rusa en la guerra la convenció de abandonarlos a costo de ser señalada como “antipatriota”.

“No he dejado nunca que mis sentimientos, alegrías

 o penas amorosas, ocupen el primer lugar en mi vida,

pues en el plano principal se hallaban siempre

el trabajo, la actividad y la lucha”.

En estos primeros años, desarrolló una intensa actividad tanto junto a mujeres proletarias durante la revolución de 1905, llamando a la insurrección -que le costó su seguridad en Rusia y consecuentemente el exilio-, como integrando la I Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1907 y organizando más de cincuenta reuniones de mujeres en San Petersburgo bajo el telón de ser conferencias sobre higiene.

Ya integrando las filas bolcheviques bajo liderazgo de Lenin, recorrió distintos países en campaña contra una guerra que consideraba imperialista y al servicio de las burguesías nacionales. Es ilustrativa de su convicción la impresionante gira por Estados Unidos donde visitó ochenta y una ciudades en cinco meses y pronunció discursos en alemán, francés y ruso.

Con el comienzo de la revolución de 1917, regresó a Rusia y allí no sólo fue la primera mujer miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, sino que tiempo después ingresó al Comité Central del Partido Bolchevique. Al triunfar la revolución, ocupó el puesto del Comisariado del Pueblo para la Salud y el Bienestar Social aunque, nuevamente, debió enfrentar la resistencia de muchos compañeros del partido y los soviets.

Trabajó junto a sus compañeras y compañeros por que el nuevo Estado revolucionario desarrollara iniciativas legislativas innovadoras tales como la despenalización del aborto, el divorcio rápido y gratuito para ambos géneros, las prestaciones sociales a la maternidad y la creación de guarderías y hogares infantiles.

“Bien sea por error o ignorancia, somos proclives

a creer que todo lo que nos rodea debe permanecer

inmutable, mientras todo lo demás cambia”.

En 1923 pasó a ser embajadora de la Unión Soviética viviendo en México, Suecia y Noruega y hasta 1930 dejó de participar en los debates del Partido. A partir de ese momento se declaró afín a Stalin llamándose al silencio y la pasividad frente a los crímenes que comprendieron las purgas estalinistas. Para 1940, cuando Trotsky fue asesinado, ella y Stalin eran los únicos miembros vivos del Comité Central del Partido Bolchevique que había liderado la revolución de 1917. Falleció 12 años después en Moscú, el 9 de marzo.

Escritos y pensamiento.

Alexandra Kollontai trabajó activamente sobre la cuestión de la mujer y el socialismo en la búsqueda por la liberación de las proletarias y campesinas rusas. Para ella, la mujer trabajadora sufre una doble opresión: de género y de clase. Además plantea que si bien su emancipación debe ser parte integral de la lucha socialista de la clase obrera, ésta necesita un enfoque de propaganda y trabajo específico. Al respecto, en su publicación El día de la Mujer (1913) declara que

(…) como las mujeres de clase trabajadora entraron en las filas de quienes venden su trabajo a cambio de un salario, (…) los trabajadores empezaron a darse cuenta de que dejar atrás a las mujeres, entre las filas de los «no conscientes», era dañar su causa y evitar que avanzara

Es interesante observar cómo señala aún diferencias entre las mujeres obreras socialistas y las feministas burguesas, demostrando que colocaba la prioridad en la explotación de clase que de género:

¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas? Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer

Mujer controversial, planteó ideas polémicas tales como considerar al trabajo doméstico dentro del capitalismo una actividad improductiva y la necesidad de que la socialización del trabajo doméstico fuera desempeñada únicamente por mujeres.

En su Autobiografía de una mujer emancipada (1926) aborda temáticas variadas tanto incluso como el amor romántico hacia los hombres y la frecuente incompatibilidad entre éste y el trabajo -específicamente  asuntos que no comprenden “vivencias sentimentales improductivas”- además de mencionar que la maternidad jamás fué la centralidad de su existencia. Sin dudas, declaraciones potentes y desencajadas para la época.

Por otra parte, en El comunismo y la familia (1918), aborda la dependencia económica de las mujeres que debe ser trasladada en el modelo socialista:  “las mujeres (…) deben acostumbrarse a buscar y a encontrar ese sostén en otro sitio, no en la persona del hombre, sino en la persona de la sociedad, en el Estado”. Aquí Alexandra se toma la libertad (¡Y qué bien!) de cuestionar el modelo de familia tradicional patriarcal, el mandato de la virginidad y la monogamia.

A modo de cierre.

Alexandra y otras revolucionarias pioneras del feminismo socialista -como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Nadezhda Krúpskaya- abrieron un camino, no exento de dificultades, marcado por la incomprensión de los compañeros y otras mujeres, la carencia de derechos y la persecución, el exilio y la cárcel.

El trabajo de Kollontai fue sin dudas revolucionario en todos los sentidos: consciente de sus privilegios, decidida, desafiante y fiel a los ideales que defendió aún en los momentos de mayor dificultad.

Es importante mencionar que identificarla principalmente con el feminismo sería un error: su foco era el socialismo y así lo dejó en claro con acciones y palabras. Sin embargo, trabajó sin descanso por desplazar las diferencias de clase y se concentró principalmente en la situación doblemente infeliz de las mujeres trabajadoras y campesinas.

Fue fascinante conocer la vida y pensamiento de esta mujer histórica que, sin embargo, permanece invisible al relato de la Historia.

 

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